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  23. EXÁMENES ORALES
 


EXÁMENES ORALES

El examen oral presenta un nivel de dificultad mayor que el examen escrito. 

En el examen escrito el alumno dispone de todo el tiempo del examen para organizar sus respuestas; puede comenzar contestando aquellas que mejor sabe, y utilizar el resto del tiempo para reflexionar y tratar de desarrollar aquellas otras que le resulten más difíciles.

En el examen oral no dispone de este tiempo de reflexión; el profesor pregunta y hay que contestarle inmediatamente. 

La presión anterior, unido al hecho de estar en presencia del profesor, puede aumentar considerable la tensión nerviosa dificultando la exposición. 

Como contrapartida, el examen oral también presenta ventajas. Supone una oportunidad de lucimiento ante el profesor, de demostrarle cómo se domina su asignatura. En definitiva, el examen oral favorece al estudiante que prepara bien la asignatura y perjudica al que no se la toma en serio

La mayor dificultad del examen oral, y la oportunidad que representa, obliga al estudiante a una preparación más concienzuda. La asignatura tiene que estar perfectamente dominada. 

El examen oral exige rapidez mental, contestar sin vacilación, y esto sólo se consigue con un conocimiento profundo de la materia. 

A veces los exámenes orales no consisten en una(s) pegunta(s) cerrada(s), sino en un diálogo que el profesor establece con el alumno para conocer su nivel de conocimiento.

El alumno tiene que ser capaz de desarrollar con sus propias palabras los distintos puntos del temario.

Su aprendizaje no se puede basar (ahora menos que nunca) en una memorización mecánica. 

Con un conocimiento sólido de la asignatura el estudiante difícilmente se quedará en blanco: si desconoce alguna pregunta al menos podrá relacionarla con otras partes del temario, contestar con algunas ideas generales. 

Además, una excelente preparación contribuirá en gran medida a rebajar la tensión nerviosa lo que redundará en una mejor exposición.