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  22. EXÁMENES
 


EXÁMENES

El estudiante debe afrontar cualquier examen con un nivel de preparación óptimo. Esto no se consigue con una gran "sentada" el día anterior hasta altas horas de la noche sino que exige un trabajo diario, de asimilación gradual, de repasos sucesivos. 

Una buena preparación contribuye a aumentar nuestra confianza, lo que ayuda a calmar los nervios y a mejorar el rendimiento durante el examen. 

Sucede con frecuencia que los alumnos preparan una parte importante del temario (hasta un 70/80 %) y dejan el resto sin estudiar, confiando en que no caiga ninguna pregunta de estos temas. 

Se realiza un esfuerzo significativo pero por no rematarlo uno se arriesga a suspender el examen. 

A continuación se dan algunas indicaciones de cara al examen: 

Preparar el día anterior todo el material necesario: 2 bolígrafos (uno de repuesto), lápiz, goma, sacapuntas, calculadora, etc.

En los momentos previos al examen mantenerse tranquilo y sereno, sin participar en las típicas conversaciones ("dicen que va a caer tal pregunta") que lo único que generan es mayor intranquilidad. 

Cuando comienza la prueba lo primero que se debe hacer es leer atentamente todas las preguntas y prestar atención a las instrucciones del profesor. En caso de dudas hay que preguntarlas inmediatamente al profesor. Hay que tener todo claro antes de comenzar a contestar.

Es preferible empezar a responder por aquellas preguntas que se dominan; al dejarlas resueltas contribuirá a aumentar nuestra confianza. Se continuará por aquellas otras que se dominan algo menos y se dejarán para el final las que resulten más complicadas.

En las respuestas conviene ser precisos, destacando las ideas principales y dando los detalles necesarios: hay que demostrar que se domina la materia. No se debe divagar, decir obviedades, dar información de escaso interés.

Hay que evitar dejar alguna pregunta en blanco. Siempre se podrá contestar algo a partir de datos generales del tema o se podrá relacionar con otras preguntas que se conocen. Si aun así no se sabe qué decir no habrá más remedio que dejarla sin contestar. 

Lo que no se debe hacer es inventar una respuesta "a ver si cuela" (no es serio). 

Al examen hay que llevar un reloj para controlar el tiempo

Hay que distribuir el tiempo entre el número de preguntas para ver cuanto se puede dedicar a cada una. Si en alguna de ellas uno se atasca es mejor desistir y pasar a la siguiente; si al final sobra tiempo se podrá volver sobre ella. 

Si al final falta tiempo para desarrollar correctamente alguna pregunta, conviene al menos señalar los puntos principales. 

Los últimos 5-10 minutos hay que reservarlos para repasar el examen antes de entregarlo (completar algo, corregir algún dato erróneo o alguna falta de ortografía, etc.).

No se pueden cometer faltas de ortografía. Si se duda de cómo se escribe una palabra es preferible utilizar algún sinónimo.

En los exámenes además del fondo es fundamental una buena presentación: proyecta una imagen de organización y seriedad, mientras que una mala presentación transmite sensación de caos e improvisación. 

Una letra clara, fácil de leer, predispone favorablemente al profesor. La mala caligrafía produce el efecto contrario; el profesor, con montones de exámenes por corregir, no va a perder el tiempo tratando de descifrar una letra ilegible.

Establecer márgenes verticales y horizontales amplios. Utilizar el punto y aparte, evitando párrafos excesivamente largos.

Los párrafos cortos facilitan la lectura y permiten destacar mejor las ideas.

Evitar tachones: es conveniente antes de comenzar a escribir pararse a pensar cómo se va a enfocar la pegunta, como se va a estructurar la respuesta. 

Por último, recordar que hay que tratar de perderle el miedo a los exámenes (no se acaba el mundo por suspender uno). 

Si se preparan con rigor lo normal será aprobarlos y si se suspende alguno habrá nuevas oportunidades. 

El esfuerzo planificado es garantía de éxito por difícil que pueda ser la materia.